jueves, 25 de mayo de 2017

Mi tío Enrique

Este blog tiene como finalidad consignar "cosas queridas", como algunos cantan por ahí; cosas, hombres, mujeres, hechos, ideas, situaciones, etc. Guardo acá este recuerdo para que no se lo lleve el viento.

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Agradezco a mi amiga Valeria que hoy (25/12/16) me llevó a recordar esta escena siguiendo el caminito siempre sinuoso de los recuerdos. Fedor, el único, el grande, escribió alguna vez que un solo buen recuerdo puede salvar a un hombre. Sobre todo, si es un recuerdo de infancia. (Fedor incluía a las mujeres en sus pensamientos y solo lo preciso porque hoy rigen otras maneras de expresarse y podría generarse una confusión). Siguiendo entonces el hilito de una reflexión y de un recuerdo de Valeria, me pregunté qué es lo que en mi propia infancia había resultado “mágico” y “salvador”. Desde luego, muchas cosas. Demasiadas. Pero la que se me vino a la mente fue esta escena que sucedió en Coquimbo.

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Mi tío me lleva de la mano. Si levanto los ojos veo las estrellas rodeando la cara de mi tío. Me lleva a pasear de noche (esa escena se repetirá muchas veces y a lo mejor es por eso que las noches nunca me asustaron). Llegamos a la playa y ahí, en medio de la playa, hay un barco gigante. Es una discoteca. No creo que mi tío lo oculte. Lo que recuerdo es que me cuenta algo relacionado con ese barco, una historia que a él se le ha ocurrido (y que olvidé completamente). Lo que permanece en el tiempo es la felicidad de estar frente al barco, de haberlo visto con mis propios ojos. Ciertamente: de haber imaginado gracias a mi tío algo bello relacionado con ese barco. Eso es todo.

¿Eso es todo? No creo. Porque después, los años pasan y uno va creciendo y descubriendo cosas. Entre las muchas cosas que descubro: las circunstancias en que mi tío llegó a Coquimbo. No las voy a contar porque hay que cuidar los recuerdos de las personas, pero digamos que esa presencia de mi tío en Coquimbo es una suerte de castigo. Mi tío es un hombre que tiene o podría tener muchas razones para mostrarse pesimista, melancólico, sin ganas, desilusionado, amargo, etc. Sin embargo, lleva a la niña de paseo, le cuenta un cuento, un cuento relacionado con algo real que está ahí y se puede ver con los ojos. Mi tío no sabe que me está salvando (¿o sí?). No sabe que me está dando una clave, un tesoro mucho más valioso que el que se robaron los piratas que anduvieron en ese barco. Ese tesoro es algo en que creer, algo que respetar, algo que volverá como las olas en medio de tantas vicisitudes.

Por eso es que digo que esto de la realidad y de la magia suele estar mal planteado. Por eso también doy gracias todos los días por haber conocido a tantos magos y magas hechos de carne y hueso. Magos que hacen regalos que duran toda la vida. Aunque no sea navidad.

(Me gusta inclinarme ante los bellos recuerdos y las personas que cuidan de los demás y luchan y se sobreponen por amor a los demás).

Antonia